miércoles, 31 de diciembre de 2014

Solsticio de invierno y fin de año

Años que vienen y años que van. La astronomía tiene mucho que ver con los ritmos naturales, que son en gran parte cíclicos. Así tenemos el ciclo diario, el lunar o mensual, y el ciclo anual, por nombrar los más básicos.

Reconozco que durante mucho tiempo me ha desconcertado esta costumbre nuestra de terminar el año en diciembre. ¿Por qué no empezar el 1 de marzo, al igual que los romanos? Así SEPTIembre sería el mes séptimo y no el noveno, OCTubre el octavo, NOViembre el noveno, etc. O mejor aún, ¿por qué no empezar el 21 de marzo con el equinoccio de primavera, justo cuando el Sol cruza el ecuador celeste de sur a norte? En ese momento el Sol se encuentra en el punto Aries, que es precisamente el origen de coordenadas celestes (ascensión recta y declinación), o el de los signos zodiacales.

Sin embargo con mi defensa del equinoccio estaba cometiendo un error, y es que tomaba en cuenta lo que la astronomía tiene de matemático, pero estaba obviando su herencia cultural y simbólica, que ha sido una parte fundamental de cómo el hombre se ha relacionado con el cielo durante toda su historia. El estudiar la astronomía en la prehistoria me ha permitido ver el cielo recientemente con ojos renovados.

Imaginemos una cultura agrícola, para la que su supervivencia depende de entender y vivir acorde a los ritmos naturales. Para esta gente sería evidente la relación directa entre la altura que alcanza el Sol, la duración del día, y cómo esto afecta al clima, a las plantas y a los animales. Tanto hoy como hace miles de años, la existencia de nuestra especie y la permanencia de nuestra cultura se debe al Sol, aunque el hombre prehistórico era quizá más consciente de esa relación que el actual. De esta manera el astro rey era adorado como un Dios.


Durante meses el Sol ha salido y se ha puesto cada día un poco más hacia el sur, con lo que su arco en el cielo es menor, alcanza menos altura, los días son más cortos y más fríos, y las noches más largas. Uno empieza a temer que el Sol termine por desaparecer y el mundo se suma permanentemente en el invierno y la noche. Hasta que la caída hacia el sur del Sol se ralentiza y termina por detenerse. Durante varios días el astro sale casi en el mismo punto antes de virar hacia el norte y recuperarse. Es el solsticio o sol estático (de invierno), lo que ocurre en torno al 21-22 de diciembre en nuestro calendario.

El solsticio simboliza entonces el nacimiento o renacimiento de la divinidad solar y una promesa de recuperación de la fertilidad y abundancia de las estaciones cálidas. No es de estrañar que esta fuese una de las celebraciones principales para las culturas agrícolas, y que los cultos posteriores al dios Sol heredaron. Así en el mitraísmo romano el 25 de diciembre se celebraba el nacimiento del dios Mitra, lo que luego fue asimilado por el culto al Sol Invicto. Finalmente el cristianismo absorbe e integra estas tradiciones estableciéndose el nacimiento de Cristo en esta fecha. De hecho la asimilación en Cristo de la divinidad solar continúa durante muchos siglos. Un dato para reflexionar es que las iglesias cristianas durante la antigüedad están orientadas hacia el este, de manera que los fieles rezan en la dirección del sol naciente.

Apolo-Helios en un mosaico tunecino del siglo II

Terminemos con una reflexión... ¿No es hermoso y optimista, que en nuestra cultura de herencia cristiana  y raíces agrícolas una de las celebraciones más importantes del año (o la principal) sea precisamente en el solsticio de invierno, en el momento más oscuro del año, como promesa de renovación, de felicidad y abundancia?

Bajo este prisma me alegro de que diciembre sea el último mes del año. Celebremos el comienzo de un nuevo ciclo; una oportunidad para mejorar, aprender y disfrutar.

Feliz año 2015.